Azul de Composición Geométrica
La pintura es un medio artístico utilizado para la representación de objetos tan amplio y longevo que incluso admite una crítica con enfoque holístico. Hoy podemos imaginar una historia total de nuestra civilización a través de la pintura sin temor a quedarnos demasiado limitados en nuestro discurso. De lo que no hay duda ninguna es de su papel protagonista en la historia del arte occidental, y así lo conforman diferentes generaciones de artistas, sus diferentes maneras de pintar y compromisos estéticos a lo largo de los siglos hasta nuestros días. El extraordinario poder de las imágenes representadas, capaz de transformar casi todos los aspectos de las sociedades a las que van dirigidas, ha sido el principal causante de dicha longevidad. Más recientemente ha sido el pensamiento del mundo moderno, con su obsesión por conocerse a sí mismo, el motor del cambio hasta llevarla a su aparente agotamiento. Repito: solo aparente. David Beltrán, en su muestra Azul de Composición Geométrica se atreve con un desafío extraordinario: darle una vuelta de tuerca más al análisis de la pintura y al color como su constituyente visual principal, abanderado por una máxima que bien podría decir: si de verdad quieres entender algo trata de cambiarlo. Y los cambios de paradigma en el arte contemporáneo llevan con frecuencia acoplados, desde comienzos del siglo XX, un dispositivo irónico/humorístico que les dota del suficiente aliento vital. En las cuatro series tituladas Arqueología del Color, Sentimientos Sumergidos, Pinturas Quemadas y Soplos de Vida la ironía examina al procedimiento técnico que en cada ocasión elige David Beltrán. Es así que el medio y los materiales de representación establecen un sorprendente diálogo, ya sea la acción de evidenciar la materia pictórica que el ojo humano no ve, sumergir un pincel en agua evocando un sentimiento, quemado un color o respirándolo como acto que enuncia la vida.
Pero no nos dejemos engañar por la todavía joven trayectoria de este introspectivo artista cubano. Mediante un sistemático análisis y observación de sus propios pensamientos e impresiones y una voluntad férrea de superar ciertas limitaciones académicas heredadas, las cuales yo me atrevería a identificar como excesivamente antropocéntricas e instrumentales en la conciencia de un artista de su carácter y de su generación, con sus obras recientes nos lleva a un estado de conciencia más profundo con respecto a la esencialidad pura de la obra de arte que está llamada a ser la resonancia de nuestro tiempo. Esto a mí personalmente me anuncia, aunque sea de manera humilde, el amanecer de una nueva sensibilidad extraordinariamente positiva para una nueva sangre. David ha abandonado la poética y la sintaxis de sus antecesores para diluirse en un modesto pero fecundo microcosmos de profundidad dentro y a la vez más allá de una rígida red estructural de experiencias visuales que, sin restarles mérito alguno en el momento histórico en que tuvieron oportunamente que emerger y evolucionar, ya no garantizan el equilibrio para las generaciones más jóvenes. Estas, a mí modo de ver, reclaman tanto el análisis pragmático como la espiritualidad.
Christian Domínguez